No sé porque,
pero cada vez que necesito descargarme, no puedo evitar pensar en solo una cosa
que, no me daña, no daña a nadie & me libera en un 90% de lo que siento, y
es en escribir. No se si escribo bien, no sé si a alguien le interesa demasiado
lo que digo. Quizás, posiblemente, en este mismo instante alguien decide cerrar
mi blog, y no volver a entrar. No lo sé, no voy a decir que no me importa,
porque en serio es lindo tener gente que te entiende y a la que le gusta lo que
escribis, aunque es básicamente lo que sentís. Pero esto principalmente
es por mí. Sueno egoísta, pero es que, a veces en la vida, hay que
pensar en un mismo, y este es el momento. Cuando escribo, cada palabra que digo
acá, sale de mí. De ningún otro lado que no sea mi mente, mi corazón y hasta a
veces, mi alma es la que habla...¿Por qué es tan importante todo esto? ¿Por qué
necesitamos de alguna manera, diferente según cada persona, descargar esa clase
de sentimientos que te tienen con un nudo en la garganta, aquellos que no te
dejan respirar, te asfixian?. ¿ Será porque algo, no-se-qué adentro nuestro ya no
puede soportar esa presión que emerge cuando hay muchos sentimientos juntos,
cuando se hace un remolino de cosas que no podemos identificar, que crece y
crece, y nos hace mal?. Yo no sé por qué, pero sé que es necesario deshacerse
de todo eso, y yo, después de andar por caminos llenos de espinas buscando una
manera de eliminarlos, encontré una forma, que, como dije antes no hiere a
nadie... Pero no escribo solo cuando necesito descargarme, no, yo escribo
porque forma parte de mí usar las palabras para demostrar sentimientos,
pensamientos, ideas que surgen de esos momentos en que la musa aparece y me
invita a tomar un papel y una lapicera para que cuente un cuento, una historia,
mí historia.
Muchas veces
necesito saber quién soy, porque lo admito, me pierdo. Sí, me pierdo entre los
árboles que se cruzan en mi camino, un largo camino que tiene piedras, nubes,
que a veces se moja por la lluvia que no deja de caer y las nubes que tapan el
sol, que aunque desaparezca, siempre está ahí, detrás, alejado pero presente. Y
gracias a esa lejanía aprendí su verdadero valor. Porque cuando tenemos algo no
nos damos cuenta cuánto vale sino hasta que lo perdemos. (Sí lo sabré!).
Y aunque las
palabras no te permiten darte cuenta del todo de como soy como persona, yo
sé encontrarme cuando escribo. Y esa tormenta que parecía eterna,
termina, PERMITIENDOME SER